El Levante exprime el sueño de la salvación
Es una verdadera lástima. Ojalá se le pudiera dar la vuelta al calendario y en lugar de entrar éste en su recta final estuviera en sus inicios. Aunque en el fútbol no se pueda dar nunca nada por supuesto de antemano, es más que probable que el Levante no estuviera metido hasta las cejas en el problemón en el que se metió desde la primera jornada de Liga. Por aquel entonces había un entrenador -válido porque lo demostró el curso pasado- como Abel y muchísimo holgazán en la plantilla. Ahora, hay otro entrenador que, tras perder por el camino a algunos que lejos de sumar lo que hacían era restar, le está sacando el máximo de jugo a un grupo de futbolistas condenados pero que han decidido morir con la cabeza bien alta.
Sería arriesgadísimo decir que con De Biasi desde agosto y con el colectivo actual el Levante no estaría como está en la zona de la vergüenza pero al menos queda una duda confortable. La estadística dirá que el colista superó por la mínima a un Zaragoza plagado de futbolistas de peso, pero la realidad ofrece una lectura mucho más profunda y con matices que afectan a uno y otro equipo. Del Levante todo lo que se puede decir es bueno o muy bueno. Acertaron todos, desde el portero hasta el delantero, pasando por los tres que salieron de refresco y hasta la jugada de ajedrez que diseñó sobre la marcha el propio De Biasi en el último tirón del encuentro. La afición se lo pasó en grande, casi como los viejos tiempos.
El otro elemento importante del partido fue lógicamente el Zaragoza. Si los levantinistas lo bordaron, los maños fracasaron por completo. O mucho cambia la cosa o Irureta no va a poder frenar la caída libre en la que se ha metido su equipo. Con todo lo que tiene ese equipo, es sorprendente que sea incapaz de aportar algo positivo al fútbol. Si Ayala está a años luz del central que marcó casi una época en el Valencia, el resto de personal anda igual de comprometido que él. Vamos, para echarse a llorar. El gol de Geijo, tras acción a balón parado, fue un ejemplo de descoordinación y falta de tensión en los defensas mientras que en el segundo tanto, el de Riga, el que se encargó de pifiarla en solitario fue Pavón con la ayuda de su guardameta.
El Levante le puso mucho y bien mientras que el rival poco y mal. Con ese ingrediente, el resultado final estaba más o menos cantado. Y eso, a pesar de que en el baile había dos elementos de cuidado como Oliveira y Milito. Pero, a decir verdad, ni el argentino ni el brasileño se pudieron escapar en ningún momento del ritmo simplón que puso sobre el césped el cuadro maño.
Al Levante le fue suficiente con poner un poco de atención, una buena carga de garra y una dosis de ingenio a la hora de manejar el ritmo del partido. Y eso que tardó en pisar el área rival. A los veinte minutos aparecía Geijo en escena controlando el balón con cierto peligro dentro de la zona caliente. El esférico se fue finalmente a córner pero un minuto después Geijo sacaba los colores a Ayala y compañía y hacía subir el primer.
El Levante, a partir de ese momento, se adaptó perfectamente a la situación. Supo ajustarse defensivamente, supo desplazar el balón con criterio y para que no faltara de nada tuvo claro la forma de apretarle las clavijas a una defensa excesivamente endeble. Nunca los azulgrana se desenchufaron y como recompensa les llegó el segundo. La guinda, para disfrute de la grada.
Luego llegaría el intento de reacción maña, el cambio de piezas y dibujo de De Biasi y la entrada en una fase de juego interesante porque los levantinistas ofrecieron una presión y una disposición inmejorable, digna de la mejor de las recompensas. No obstante, el mejor de los regalos es difícil que llegue. La reacción ha aparecido demasiado tarde y, por otra, no se sabe cómo responderían estos jugadores en momentos más comprometidos.
Fonte: Las Provincias